A pesar de todo (-s los problemas que vemos en las noticias), a la traducción en España no le va nada mal, sobre todo si la comparamos con los países anglosajones. Creo recordar que las traducciones suponen casi el 22% del total de los títulos editados. Y ya no sólo es que haya muchas traducciones, sino que no tienen fin. Para los que acabamos de terminar la licenciatura, ¿cuántas horas habremos pasado en una traducción de 300 palabras? Ni incluso después de entregarla dejábamos de darle vueltas a ciertas palabras. «No hay traducción perfecta ni definitiva», ¿por qué? Porque es difícil que un traductor quede completamente satisfecho con su traducción. Siempre se intenta mejorar y lo que es aún mejor, se intenta renovar, porque al fin y al cabo el original no envejece, pero la traducción sí (por las tradiciones, o el propio lenguaje que se llena de nuevas palabras [últimamente la RAE está incorporando bastantes, de lo que ya hablaré más adelante]).
Ahora bien, ¿tiene el mismo valor traducir directamente del original que si se hace a través de otro idioma? Aludiendo a la arquitectura (que sé que me estará leyendo algún que otro arquitecto), los traductores sirven de puentes entre un idioma y otro. Pero puede que en medio existan otros idiomas «puentes». Creo que todos coincidimos en que una traducción directa es más fiel al original y no sólo eso, sino que conlleva menos tiempo, algo fundamental cuando se dice por ahí que los clientes o editores no suelen tener mucha paciencia… Pero bueno, yo de momento me quedo con la traducción sin fin, cuidando al máximo cada palabra porque no sólo nos contentamos a nosotros mismos sino a nuestros lectores.