Continuando con la entrada anterior, esta ha sido mi segunda reflexión. ¡Espero que os guste!
¿Tú también has tenido que responder a la tan aclamada e
inevitable pregunta de: «¿Eres traductor?, si para eso ya está Google Translate»?
Cada vez somos más los traductores que abogamos por la
defensa de la traducción y de sus grandes profesionales, porque (y espero que
estés de acuerdo conmigo) nunca se traducirá bastante. Una máquina nos puede
ayudar, por supuesto, pero tengo la impresión de que «ella» no está dándole vueltas durante horas a esa
pequeña palabra o expresión que no termina de convencerte para que el lector
quede tan satisfecho como tú con tu trabajo. Entonces yo me planteo lo
siguiente: ¿por qué eliminar al humano y quedarse con la traducción automática
cuando podemos hacer un perfecto tándem?
Todos sabemos que las memorias de
traducción (herramientas TAO), e incluso la traducción automática (herramientas
ATA), son unos fantásticos programas que nos echan una gran mano a la hora de traducir,
pero que a la vez están llenos carencias y generan documentos muy
lejos de poder ser publicados. Ahí aparecemos nosotros.
En definitiva, «no hay
traducción perfecta», pero
existen errores de traducción automática fatales que sí pueden traer graves
consecuencias. Así que de momento quedémonos con una bonita relación entre la
máquina y el traductor.
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