Todos sabemos lo que son las memorias de traducción, esos fantásticos programas que nos echan una gran mano a la hora de traducir, (además de construir documentos de cero, como fuente de consulta de terminología y fraseología, y ayudas de revisión), pero lo que a veces nos sorprende es cómo puede cambiar todo cuando vemos las carencias que tienen y generan documentos muy lejos de poder ser publicados. Quiero hablar de la otra cara de las memorias de traducción, simplemente como reflexión, no como posición en contra de estos programas.
Estas herramientas siguen mejorándose cada día, siendo más potentes, en cuanto a la interfaz, rapidez, capacidad de gestión, mayor documentación y reconocimiento de distintos formatos, pero esto no es aplicable a todas las necesidades de la traducción. El sistema identifica las oraciones de entrada y las etiqueta en función de las aproximaciones que se corresponden con las reglas gramaticales ya incorporadas en su base de datos, y tras una clasificación, va generando las palabras. Es decir, las memorias de traducción se basan en un gran almacén de información donde los textos se van guardando por segmentos junto con su traducción, creando por tanto un bitexto —fuente de alimentación de traductores automáticos—. Si trabajamos con una actualización de algo que ya tenemos, el resultado es enorme; y si el texto no tiene referencia en la memoria, se tiene que traducir completamente nuevo pero, sin duda, se aprovechará para futuras traducciones.
El problema llega cuando esa propuesta de aproximación idéntica no tiene ninguna similitud con el original, puesto que la memoria se ha «olvidado» de otros múltiples factores (contexto, excepciones gramaticales o léxicas, terminología específica, registro, etc.). Es tarea, entonces, del traductor corregir y actualizar la memoria. Lo mismo y en mayor medida ocurre con los sistemas de traducción asistida. Todo necesita una revisión. Por ello, para mejorar el resultado de estos sistemas se utilizan dos procedimientos: pre y post-edición, de los que hablaré en mi próxima entrada.
Concluyo con unas preguntas…¿Hasta qué punto se puede sacar beneficio de un recurso automático que necesita una completa revisión posterior?, ¿Se pierde más tiempo?, ¿Es cuestión de volumen y práctica de la traducción? Para dar respuesta a algunas de mis preguntas aquí remito a una entrada muy interesante sobre estas grandes amigas-enemigas.
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