Hoy voy a hablar de los queridos becarios. Quien no haya sido becario alguna vez que deje de leer estas tres entradas, no nos entenderían.
Esta mañana he tenido una entrevista de trabajo, donde me han invitado muy amablemente a realizar unas prácticas durante 90 días en una ciudad extranjera (lo que supondría gastos de alojamiento y derivados), ocho horas diarias, con unas funciones «de todo un poco» (lo que comúnmente se conoce como «becario multi-usos») por el módico salario de cero euros al mes. Las razones por las que no hay una remuneración son evidentes: esto lo tendríamos que ver como un periodo de aprendizaje, porque aún no tenemos los conocimientos adecuados. Es la segunda entrevista que me «venden» así. Sé de alguien que no es muy amigo de los diccionarios: becario.- persona que recibe una subvención económica para estudiar, investigar o trabajar.
Que tampoco cunda el pánico, voy a hablar de lo bueno y de lo malo. Empezando por lo mejor: lo más positivo de las prácticas es la experiencia profesional que adquirimos, el primer contacto en una oficina, sentirte como un trabajador profesional más y, por lo tanto, tener que cumplir y adaptarse a todo tipo de obstáculos que se pueden dar dentro de una empresa.
Antes de entrar en el debate, quiero contar de primera mano mis experiencias como becaria, así que a quien ya le haya aburrido con mis historias le doy permiso para saltarse toda la parte que sigue e ir directo al capítulo III. J
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